Muchos municipios de la provincia de Alicante son conocidos en todo el territorio español por su carácter de “tradicionales”. ¿Quién no sabe que los juguetes se fabricaban en Ibi? ¿Que el turrón se hace en Xixona o que Elche se dedicaba, entre otras cosas, a la elaboración artesanal de la alpargata...?

La industria del calzado en Elche nace del uso de la fibra del cáñamo para la elaboración de alpargatas, utilizadas por el grueso de la población, dedicada mayoritariamente a faenas agrícolas, cuya representación se encuentra en el origen del Museo Escolar de Pusol.

En el espacio dedicado al cáñamo se explica, principalmente, cómo se obtenía el hilo trenzando la fibra de esta planta y cómo, por otro lado, se utilizaban las sogas para la elaboración de las suelas de las alpargatas. Destaca la rueda de menar expuesta y un objeto muy característico de Elche, al que le dedico este texto: el banco del costurer.

Como su propio nombre indica, en este banco se cosía la suela de la alpargata. Consta de un tablero inclinado en la parte delantera, a modo de mesa, con un reborde para que las piezas no caigan al suelo; de un banco donde sentarse a trabajar y de una casilla para guardar las herramientas que utilizaba, como el chamaril o el almaraz/armará (aguja). Sobre el tablero hay un saliente de madera llamado pitó con una hendidura, que servía para apoyar y sujetar la suela durante el cosido. También se usaba para apretar la cuerda: “enrollaba la cuerda en la ranura superior del Pitó tirando de la suela para que el cosido quedara apretado”[1]. En el banco no podía faltar el mullaor, una lata de metal reutilizada de una conserva, donde almacenar una pequeña cantidad de aceite para engrasar la punta de la aguja y facilitar así la penetración en la suela.

Ya en 1999, en un monográfico sobre el costurer publicado en el El Setiet nº 10, Juan Galiano y Antonio Ródenas explicaron detalladamente todos y cada uno de los procesos llevados a cabo para la elaboración de la alpargata: www.museopusol.com/media/descargas/25.pdf.

A partir de las primeras décadas del pasado siglo, comenzó el declive de este oficio y el paulatino abandono de los bancos por las máquinas de coser suelas. Cada vez menos personas conocen el funcionamiento de este objeto, pero, por unos motivos u otros, todos los ilicitanos e ilicitanas saben que, como la palma blanca y la palmera, la granada o la Dama de Elche, es un símbolo del municipio, en este caso, como tierra de un “pueblo laborioso [...] que ha sabido fomentar su creatividad e inculcarla en la masa inmensa de inmigrantes acogidos en nuestra historia reciente”[2].

Autora: Estefanía Antón, alumna en prácticas de "Venta de productos y servicios turísticos"